sábado, 24 de septiembre de 2011

La Daga de Cobre: Capitulo I

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El primer capitulo y el link de descarga despues del salto.

                                            I 

                             Pampa  Gaucho

Ariel contemplaba impotente como las llamas devoraban la estancia de su familia. El ejército federal hacía bastante que se había marchado. Ariel no lograba entenderlo. La guerra siempre le había parecido un asunto ajeno. Su familia vivía de la hacienda, sin molestar a nadie ni reclamar nada que pudieran conseguir por si mismos. Por eso no entendió cuando los federales vinieron a reclutar a su padre y hermano mayor para una campaña al desierto de la que jamás habían oído hablar y no parecía tener nada que ver con ellos. La negativa de los hombres derivo en una pelea donde su hermano terminó matando a uno de los colorados por querer proteger a su madre y sus dos hermanitas, hecho por el cual los militares recibieron la autoridad de poder “ajusticiarlo”. Ariel se salvó debido al culatazo de un rifle que le hizo perder el conocimiento. Cuando despertó, la sangre bañaba su rostro y las llamas envolvían la casilla. (...)



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                                                                I 

Pampa & Gaucho

Ariel contemplaba impotente como las llamas devoraban la estancia de su familia. El ejército federal hacía bastante que se había marchado. Ariel no lograba entenderlo. La guerra siempre le había parecido un asunto ajeno. Su familia vivía de la hacienda, sin molestar a nadie ni reclamar nada que pudieran conseguir por si mismos. Por eso no entendió cuando los federales vinieron a reclutar a su padre y hermano mayor para una campaña al desierto de la que jamás habían oído hablar y no parecía tener nada que ver con ellos. La negativa de los hombres derivo en una pelea donde su hermano terminó matando a uno de los colorados por querer proteger a su madre y sus dos hermanitas, hecho por el cual los militares recibieron la autoridad de poder “ajusticiarlo”. Ariel se salvó debido al culatazo de un rifle que le hizo perder el conocimiento. Cuando despertó, la sangre bañaba su rostro y las llamas envolvían la casilla. Ariel permaneció de rodillas, viendo las flamas devorar su casa y dentro, los cuerpos acribillados de su familia. El humo podía verse a kilómetros de distancia.
                                                  * * * * *
Asomándose por entre la oscuridad, Tormenta y el gaucho descendieron por la pampa. La yegua había decidido descansar y al gaucho no le quedo más remedio que descender. No le molestaba caminar, la verdad. Era una noche preciosa y fresquita, con todo el repertorio de estrellas presentes y una luna menguante libre de nubes. Era en estos momentos, cuando solamente estaban el y sus pampas, que el gaucho estaba realmente en paz. Su vida había sido una sucesión de batallas sangrientas, sin reposo ni recompensas. El único pago que reclamaba era poder disfrutar de un mate en una buena hamaca bajo el cálido sol de la tarde. Por eso permanecía de pie, sintiendo el viento pasar entre sus  pies, disfrutando el sabor del momento. Tormenta olfateó a lo lejos el olor de una pulpería y apretó el paso. Detestaba andar cerca de la gente pero si hablara, admitiría que la alfalfa sabía mucho mejor que el pasto duro de la pampa. El gaucho fue tras ella. Tampoco le apetecía ir al establecimiento. No tenia dinero y siempre se terminaba armando un revolutis, lo quisiera o no. Pensó que si prometía trabajar unos días le permitirían dormir en las caballerizas. Por Tormenta no habría que preocuparse, en tanto le dieran de comer no se movería. El gaucho llevaba varios días sin comer ni dormir propiamente y a pesar de toda su entereza, seguía siendo un ser humano que sangraba e iba a la letrina.
Al acercarse se encontró con el típico espectáculo en estos sitios. Era noche cerrada así que todos los viajeros paraban para pasar la noche. El asado seguía encendido pero ya no quedaban más que unas pocas tiras, la mayoría puro nervio. Un grupo de soldados federales estaban en la parte de atrás en el “queso” y se los escuchaba discutiendo  jugando a los gritos, “¡Culo!” ¿Que culo? ¡Pinino! ¿Estas ciego vos? “y así por el estilo.  
El pulpero estaba atrincherado detrás de la reja de madera mientras su mujer, quien era la que realmente sabía sacudirse el polvo en el local, se paseaba por entre las mesas, agarrando propinas, pasándoles el trapo y empujando a los borrachines. Para esas horas la mayoría de los clientes estaban bastante pasados y otros directamente apolillaban en los rincones. Un perro pulgoso esperaba afuera a que le tiraran unos pocos huesos que mascar. Tormenta enfilo derecho para las caballerizas dejando las negociaciones en manos del gaucho.
- Buenas noches, patrona.- le dijo a la agitada mujer dedicándole un saludo con el sombrero.
- ¿Y ud que quiere? ¿No ve que ya cerramos? - le espetó la mujer, escupiéndole al hablar.
- La yegua querría algo de comer y a mi me gustaría pasar la noche bajo techo, si se puede.
La mujer hizo señas para que sacase dinero. Para disimular su pobreza, el gaucho levantó los troncos sin usar y con esfuerzo se los cargó al hombro. Visto y considerando que su marido no pensaba asomar la cabeza, la mujer concedió y dejó caer una pesada bolsa de alfalfa. El gaucho captó el mensaje y sabiendo que la yegua se molestaría si no la atendía primero, se cargó la bolsa en el otro hombro sin esfuerzo fingido y se fue hasta la puerta del fondo.
                             * * * * *
Los soldados federales hacían un escándalo considerable pero nadie se atrevía a levantarles la voz, menos que nadie el dueño. Habían comprado todo el licor y tabaco que quedaba y hasta demandado entrar en la cancha de bochas. El pulpero estaba a punto de sacar las bolas pero su mujer no quiso dar el brazo a torcer y les sugirió que fueran al fondo a jugar la taba. Los soldados se fueron entonces detrás de las caballerizas para matar la noche. Para esas alturas, uno de los soldados ya había perdido los pantalones. Le toco tirar y perdió otra vez así que sus intoxicados compañeros empezaron a desnudarlo. Entonces escucharon un ruido provenir de detrás. Una figura surgió desde la oscuridad, cargando un rifle.
Era Ariel, cargando el viejo fusil de su padre. Los alcoholizados soldados le largaron la carcajada al ver que el arma le llevaba una cabeza de diferencia y apenas podía cargarla.
Con furia en los ojos, Ariel se apoyo el arma en el hombro y les apuntó. Estaban tan atontados que tardaron en reaccionar y el disparo le arrancó el gorro a uno. Antes de que pudiese hacer más nada, uno se adelantó y con todo y arma, arrojó a Ariel sobre la porquería. Finalmente habían reconocido al asaltante. Lo habían dado por muerto y dejado en el patio para quemarse. Ahora rectificarían ese error. Cubrieron a Ariel de patadas y escupidas. Ariel, que había tomado la forma de un bicho bolita, lloraba ante su impotencia.
En ese momento, el gaucho se apareció de repente, dejando caer el saco y los troncos. Como vieron que tenía un poncho punzó se pensaron que era un federal así que el de mayor rango se hinchó el pecho para gritarle que se fuera.
- ¿Y ud. quien es? ¿De que compañía, eh? ¡Raje de acá! ¿Que mira, eh? ¿Quien es?
- Soy libre.
El soldado intentó darle un golpe con su lata pero el gaucho lo paró con la mano y le clavó el puñal en el pecho, matándolo en el acto. Los demás dejaron de golpear a Ariel, desenfundaron los sables y atacaron. El gaucho parecía una pluma en el viento, mas que moverse flotaba, esquivando los golpes con la velocidad de un fenaquistiscopio como los que el padre de Ariel había traído de Buenos Aires. Paró la hoja de uno y tras propinarle un golpe, le atravesó la garganta con su facón. Esquivó la estocada del segundo, lo cubrió con su poncho, lo rodeó por la espalda y se lo clavó en el costado, cortándole la respiración. Detuvo el golpe del tercero con el poncho al tiempo que le cortaba las piernas, haciéndolo caer y luego le separó la cabeza del cuerpo. Toda la acción le tomó menos de unos segundos, el tiempo que se tarda una vela en apagarse de un resoplido.
Ariel no logró atisbar nada del fugaz encuentro. Cuando levantó la vista, se encontró con el gaucho cubierto de rojo y sus penetrantes ojos dorados que brillaban como faroles en la noche.

1 comentario:

  1. Alesio! Qué bueno saber algo de vos: desde la historieta aquella de la partida de ajedrez y el cuento del viejo y el pozo de agua que no te leía. Espero que andes bien, te enlazo un abandonado blog mío(en realidad lo armé con un amigo, pero son casi todos los textos, pedorros, míos) y una revista de cine de terror, bimensual, en la que escribo:

    http://lamuecadecthulhu.blogspot.com/

    http://labocadelmiedo.blogspot.com/

    Seguiré leyendo y esperando las próximas entregas, abrazo, que andes bien...

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