miércoles, 9 de noviembre de 2011

La Daga de Cobre: Capitulo XXV

Bienvenidos! Anteúltimo capitulo de La Daga de Cobre, "Cicatrices"!
El destino de dos vidas queda marcado por las cicatrices en sus rostros!

                       XXV

Cicatrices

El gaucho soportó las palizas de los policías y fue arrojado a una celda diminuta, con apenas un agujero con barrotes por el que se filtraba la luz de la luna menguante. Esa solitaria media esfera argentina le hizo recordar la noche en que se encontró con Ariel, el viento de la pampa a su alrededor y el olor al campo. 
Los oficiales de policía no le prestaron mucha atención a su prisionero y ni sabían porque habían sido ordenados buscar a este hombre. Recibieron ordenes directas de su superior (que a su vez respondía a Peralta y sus sobornos) de encerrarlo y mantenerlo en custodia hasta que un destacamento militar pasase a recogerlo. No entendían porqué se tenían tantas molestias con un sucio criminal extranjero pero no iban a ponerse a cuestionar ordenes. Dejaron al gaucho pudriéndose en su celda mientras bebían y jugaban.
(...)

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                                    XXV

Cicatrices

El gaucho soportó las palizas de los policías y fue arrojado a una celda diminuta, con apenas un agujero con barrotes por el que se filtraba la luz de la luna menguante. Esa solitaria media esfera argentina le hizo recordar la noche en que se encontró con Ariel, el viento de la pampa a su alrededor y el olor al campo. 
Los oficiales de policía no le prestaron mucha atención a su prisionero y ni sabían porque habían sido ordenados buscar a este hombre. Recibieron ordenes directas de su superior (que a su vez respondía a Peralta y sus sobornos) de encerrarlo y mantenerlo en custodia hasta que un destacamento militar pasase a recogerlo. No entendían porqué se tenían tantas molestias con un sucio criminal extranjero pero no iban a ponerse a cuestionar ordenes. Dejaron al gaucho pudriéndose en su celda mientras bebían y jugaban.
Alejado de la presencia contaminante del Anta Lluki, el gaucho pudo respirar por primera vez en dos lustros. Observó la luna asomando entre las nubes haciéndose vieja. Aspiro profundo, buscando el viento de la pampa pero el aire seguía demasiado viciado. Podía sentir a los lobos merodeando la estación.  Todavía escuchaba la voz, antigua y ominosa pero ahora era tan solo un murmullo apagado. Durante años temió que si llegaba a ser separado de la daga le costaría la vida pero ahora se sentía ligero y tranquilo, como librado de un gran peso. Pensó en Ariel y se preguntó si tendría la fortaleza para manejar el poder de la daga. El había fracasado en domarla, se había dejado arrastrar por su ansia de combate y ahora su cuerpo pagaba las consecuencias. Debía confiar en que Ariel tuviese mayor fuerza de voluntad.  En la silenciosa oscuridad de la celda, la mente del gaucho voló otra vez por entre sus recuerdos hasta la época de mayor dicha, al lado de Azul y Santiago. Casi podía oír a Juan sin Ropa allí en la celda contigua, burlándose de el por haber rechazado la oportunidad de recuperar su felicidad. Pero no se arrepentía. De no haberlo hecho jamás hubiese conocido a Ariel y la hubiese guiado hacia su destino. Puede que la daga lo hubiese manipulado, lo hubiese hecho vagar por diez años sin rumbo, en espera de una poseedora más joven y digna pero el gaucho había soportado la carga. Fue la decisión correcta. 
El gaucho escuchó un relincho familiar y se asomo por la ventana de su celda para ver a Tormenta que se acercaba y trepaba por la pared para saludar al que consideraba su igual.
 El gaucho estiró la mano para acariciar la crin de su compañera.
- Tormenta. Aun ahora no me abandonas. Realmente sos mi autentica hermana.
El gaucho entonces notó que Tormenta tenía algunas crines chamuscadas. Algo había pasado. 
-¡Ey,¿ud que hace aquí?- se escuchó desde el fondo de la estación.
El gaucho se volteó y vio que una bruma repentina había cubierto su celda.  
- ¡Guardia, déjeme salir! ¡Guardia!
- ¡Cállese!
El culatazo del guardia lo derribó y el gaucho no pudo recuperar el aliento. Vio como el guardia salía por la puerta, reconoció la voz de Don Bruma, solicitándole a los policías liberar a su “compadre”, escuchó a los guardias amenazar con hacer fuego, vio una llamarada cubrir el edificio y entonces el guarda regresó, corriendo asustado pero antes de poder explicarse fue cortado en dos de un solo tajo y su cuerpo estalló en llamas.
- Buenas noches, compadre. Permítame. – dijo Don Bruma y cortó los barrotes de la celda, liberando al gaucho. - Ahora si no tiene más excusas, tengamos nuestro duelo.
                            * * * * * 
- Este debe ser el “Kullki Chuquí” del que hablaba Peralta.- dijo Juliana, golpeándose suavemente el hombro con la macana que había robado sin que Ariel lo notase.- Es extraño se siente tan... ligera. Casi como una extensión de mi propio brazo. Es como si esta arma hubiese sido forjada especialmente para mí. Si, esta arma es mía. Me pertenece. 
- ¿Como?- preguntó Ariel entre lagrimas.
- Si, se siente muy rica. Es casi como estrellas, no? Pequeñas estrellitas que salen cuando la agito. Muy bonitas.
- Tu brazo...
- Ah, ¿esto? Es solo una herida superficial. Peralta tiene la puntería en el culo. Estuve todo el tiempo haciéndome la disimulada, esperando el momento propicio para hacerme con ambas armas. Escuché a Peralta mencionando que estas cosas son muy especiales y que vos y tu maestro se las habían robado de algo llamado el “Magno Onkoi”. Me pareció entonces que lo correcto era recuperarlas. 
- ¿Por qué?
- ¿No te acabo de explicar? ¿Qué fue lo que te dije cuando nos conocimos? “Ladrón que le roba a ladrón…” Ni vos ni tu maestro son los auténticos dueños de estas armas. YO lo soy. A partir de ahora me pertenecen…
- Juliana, no escuches al arma. Ellas te engañan, tienen una voz que te habla del pasado, una voz fuerte y seductora, una voluntad que puede dominarte. 
- ¿Una voz? Si, tenes razón. Hay una voz en mi cabeza que me dice que recupere las restantes armas y conseguiré la fuerza que tanto he deseado. Ser la más fuerte, la mas poderosa, intocable, invencible. El poder de los mismos dioses en mi mano. 
- Juliana…
- Ahh, deja de gimotear y entrégame el facón…- y apuntó a Soledad, quien la miraba con furia. 
Ariel no dijo nada. Cayó rendida y dejó que la daga se le escapase de las manos. Juliana se le acercó despacio y al agacharse para tomarla, su rostro quedó pegado al de Ariel. Con una voz casi inaudible, pegada a su oreja, Ariel le preguntó “¿Por qué?” una vez mas. 
- Así que este es el famoso “Anta Lluki” por el que hacen tanto escándalo, eh? Que chiquita. Se siente…extraña. No se siente bien. Es como si hubiera un zumbido en mi cabeza. Es molesto. Mejor la guardo. ¿Queres dejar de llorar y preguntar por que? Eh, ¿queres saber “por que”?¡¡ Porque en este mundo no podes contar con nadie más que con vos misma!! ¡¡Es lo primero que aprendí en los callejones de Carmen de Patagones cuando escarbaba en la basura y me peleaba con los perros callejeros por comida!! ¡¡A cuidarme sola porque nadie mas lo haría por mi!!
- Eso no es cierto. Hubo alguien quien te cuido hasta su muerte. Alguien que te salvó del mismo modo que mi maestro lo hizo conmigo. El escribano cuidó de vos, ¿como podes olvidarlo?
- ¿El “escribano”? JAHJAHJAHJAHJAHJAH  Que inocente que sos, Ariel. Es casi una ternura. Ese viejo inútil no se “murió”… YO lo asesiné. Ya no me servía para nada así que me deshice de el. ¿Sabes porqué lo llamaban el “escribano”? Porque no era nada más que un miserable secretario que se vio involucrado en la venganza de Rivadavia por tener en su posesión unos cuantos papeles firmados y por eso lo arrojaron a una isla mugrienta a morir congelado. No era más que un vejestorio inútil y cobarde. 
- Pero el te enseñó, te cuidó y te educó. Te enseño que estaba bien luchar por otros...
- ¡El no hizo nada! ¡Solo me dejó una mugrienta pila de libros inútiles y unos míseros pesos que apenas servían para comprar comida! ¡Por eso me deshice de el! ¡¿¡¿Y ahora se puede saber porque estas llorando?!?!
- Porque creí que eras mi amiga…
- ¿”Amiga”? JAHJAHJAHJAH ¡¡¡Que estúpida!!! ¿Cómo podes ser tan ingenua, Dios? ¡¿¡Como podes ser tan estúpida  para confiar en alguien que conociste hace tan solo tres días?!?!
Juliana disparó contra Ariel pero ésta bloqueó el disparó con su poncho. 
Ariel se abalanzó sobre Juliana. Su velocidad fue tan espantosa que ésta apenas tuvo tiempo de alzar el Qullqi Chuki para bloquear el golpe del cuchillo de Ariel que se destrozó en pedazos. Juliana logró empujar a Ariel y trató de darle un golpe con la macana pero falló y cuando el polvo se asentó, Ariel no solo había recuperado el Anta Lluki sino que había cortado el rostro de Juliana. 
Las dos amigas, separadas ahora por el destino se observaron largo rato con furia en los ojos, uno dorado y el otro plateado. Sus respectivas heridas, una en forma de estrella en su nariz, la otra una media luna en su labio izquierdo, sangrando. 
Finalmente, el sonido de la tos de Soledad hizo que volvieran a la realidad. El chillido de Óscar aviso a Juliana la proximidad de los policías de patrulla que corrían en dirección al cuartel incendiado. Juliana guardó el Qullqi Chuki y dio una última mirada a Ariel antes de salir corriendo. 
Ariel enfundó al Anta Lluki y corrió al lado de Soledad.
- Sol, ¿estas bien?
- S *cof cof* si.
- Debo ir por mi maestro. ¿Hacia donde queda la jefatura?
- No. *cof cof* Si el pishtaco esta tras tu *cof cof* maestro ya debe haber ido al cuartel de la *cof cof*
- Entonces debe estar en las Tierras del Curato. ¿En que dirección quedan?
Justo entonces escucharon un relincho familiar. Tormenta había regresado. Ariel acarició a la yegua y sabía que quería llevarla con su maestro. 
- Ve, Ariel. Yo *cof cof* estaré bien. No te preocupes.
Ariel partió entonces a lomos de Tormenta, rogando llegar a tiempo para salvar a su maestro.

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