sábado, 26 de noviembre de 2011

Anotaciones del Autor

Bienvenidos! Acá voy a compartir con ustedes una parte del proceso creativo detras de la Daga de Cobre, mas personal que el rankign de mejores shonen pero en la misma linea que vean de donde saque mis ideas.
Si son lectores asiduos de manga reconocerán que muchos autores lo hacen, como ser Nobuhiro Watsuki (Rurouni Kenshin, Busou Renkin) pero también es habitual de escritores como ser Stephen King (The Dark Tower, The Shining). Concuerdo con justamente Watsuki en que los comentarios de los autores son tan interesantes como la obra en si, permitiendo ver a la persona detrás de las paginas y como influyeron sus pensamientos y experiencias en la historia. En lo personal, lo mas divertido es ver como en trabajos excesivamente complejos, como puede ser Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons, que los fans han pasado décadas tratando de descifrar todas las pistas y referencias, los comentarios suelen ser del tipo “Y… bueno, se nos ocurrió esto….” ^_^
El proceso creativo que dio nacimiento a la “Daga de Cobre” es bastante enredado, una maraña casi ininteligible de referencias e ideas sueltas que terminaron fusionándose en esta aventura épica gauchesca. Todo da comienzo siguiendo el consejo de mi musa inspiradora, Ala Moore, en su genial “Writing for Comics de que lo primero a hacer es crear un universo ficticio, una Biblia, sobre la cual ambientar todos mis futuros relatos. Según Moore lo primero es establecer las reglas sobre las cuales opera dicho universo, así que si escribís acerca de una base de investigaciones en Venus lo primero que debes preguntarte es ¿Cómo funciona la base?, ¿Como provee oxigeno?, ¿Cómo soporta el cambio de presión y gravedad respecto a la Tierra? ¿Y la falta de una atmosfera respirable? Etc etc. No importa si después  la obra es acerca del robot de la limpieza y como adopta un ratón que se coló en la base, lo primero es evitar que los humanos exploten al poner un pie en el planeta. Siguiendo este consejo creé un mundo propio, una Tierra-Alesiopdv, en la cual transcurrirán todas mis historias y decidí que ese escenario fuese la Argentina.
Siempre sentí que a la Argentina y a Latinoamérica en general le faltan un “imaginario popular”, una serie de arquetipos que sean fácilmente identificables y reconocibles y que permitan contar una variedad de historias. Los yankees tienen a los vaqueros, los superhéroes y sus exageradísimos presidentes; los japoneses tienen a los samuráis, los chokozukas y las colegialas; los europeos tienen al Rey Arturo, el Conde Dracula y Sherlock Holmes.
La única figura verdaderamente autóctona seria la del gaucho, figura que se repite en el resto del continente con el huaso chileno, el chagra ecuatoriano y el charro pistolero mexicano. El problema es que para las audiencias sensibles del presente, la “generación del Facebook”, el gaucho carece de atractivo. El gaucho es aburrido, el folclore también. Pinti lo decía muy bien cuando describía al folklore argentino como pesado, melancólico, triste pero no te podes llegar a dormir porque te mandan una ¡CHACARERA! en el medio. El gaucho fue perdiendo importancia a lo largo del siglo XX hasta casi extinguirse en el XXI. Claro que esto esta visto desde la elitista visión porteña. En el interior el gaucho sigue vigente, sus costumbres y sus historias se siguen perpetuando y su modo de vida permanece pero en lo que se refiere al ámbito literario y en consecuencia al imaginario popular, el gaucho esta bien muerto.
Aunque parezca que me voy por las ramas esto tiene sentido. Es imposible ahora ignorar que prácticamente todo lo que uno aprende lo hace a través de la televisión la cual absorbe contenidos del material escrito. Basta con poner el ejemplo de un anime cualquiera como ser Haruhi Suzumiya. Empezó como una novela, la novela se hizo popular, se convirtió en un anime, el anime se hizo aun más popular, el anime se subió a Internet, se hizo conocido en todo el mundo y ahora la gran mayoría sabe quien es Haruhi Suzumiya, no mas sea de nombre. Entonces es imposible negar que el hecho de que los gauchos no sean populares ni reconocidos se deba a la falta de una buena historia sobre ellos. La literatura gauchesca prácticamente murió tras Don Segundo Sombra, fue el canto del cisne del genero cuyo mayor exponente es el Martín Fierro. Parece mentira que en casi cien años, nadie más haya tocado el tema y los pocos que lo hicieron pasaron sin pena ni gloria. El resultado, el gaucho no le interesa a nadie. Y eso es una pena porque el gaucho es una figura muy atractiva e interesante.
En mi mente el gaucho ocupa el mismo lugar que el Pistolero de Stephen King, un arquetipo de fantasía. Así como Don Sombra es esencia un “fantasma”, la figura del gaucho en si es la de un misterioso viajero que recorre las pampas sin mas propósito que el de la vida, sin nombre ni nacionalidad, como el “Hombre sin Nombrede Sergio Leone, el Yojimbo de Kurosawa o el Continental Op de Dashiell Hammett; un personaje “larger than life” cuya presencia excede la historia en la que participa.  No necesita motivaciones ni trasfondo, puede ser colocado en cualquier época o lugar, lo importante es que aparezca en el horizonte. Esa idea fue la que dio origen al Gaucho de la novela, el último de los Infernales.
Pero el resultado final es una combinación de varias fuentes. Mi primer intento fue la creación de una historia de corte épica, una trilogía al estilo de Star Wars. Rastreando la historia argentina me topé con la Anarquía del Año XX. Honestamente no recuerdo haber aprendido nada al respecto en la escuela. Tampoco en mi breve paso por la universidad.
Tampoco recuerdo haberlo visto en la televisión argentina. Tengo conocimientos casi académicos de las batallas de Gettysburg, El Alamo y Waterloo pero ni recuerdo quienes participaron en conflictos tan importantes como Caseros, Santa Rosa o Sarandí. Por supuesto tampoco pretendo ser mas papista que el Papa, los estadounidenses tampoco se saben de memoria la historia de su país pero sin embargo son capaces de imaginar a Benjamín Franklin con un bastón gritando “Por el País!!!” cosa que nunca vas a ver a Castelli haciendo….
Esa década de alianzas, traiciones, conflictos y guerras internas era el escenario ideal para una historia épica al estilo del viaje de Luke Skywalker y amigos. Me decidí a que tuviese una protagonista femenina. La razón es que siento es que hay realmente hay pocas mujeres protagonistas que sean realmente femeninas y no, como tan bien decía Alan Moore, “una perra machona con un desintegrador y un cromosoma Y extra”; así que buscaba crear una heroína al estilo de la Nausicaä de Miyazaki, que conservase su femineidad aun en el campo de batalla. Desafortunadamente, no pude encontrar una historia atrayente. Puedo trabajar con cualquier entorno, gracias al escenario que diseñé pero si no tengo una historia interesante son solo un montón de ideas sueltas en mi cabeza que no van a ningún lado. Abandoné el proyecto y lo único que me satisfizo fue el titulo “La Trilogía de la Estrella Federal”.
Para ese tiempo, dando vueltas por Wikipedia di con el mito de Inkarri, los Infernales de Güemes y también con la Torre Oscura de King. El mito de Inkarri es más o menos como se lo cuenta en el libro sin el agregado de los supuestos hermanos y la diosa lovecraftiana que les da sus poderes. El mito de Inkarri es básicamente reciente, “descubierto” en 1950 y es posible que como el Rumi Maki, el supuesto “arte marcial inca” que es considerado por la amplia mayoría una invención moderna,  sea una mezcla de fuentes antiguas con conceptos modernos y no un autentico mito inca; pero eso no quita que sea una muy buena historia que permite un escenario a lo “Señor de los Anillos”. Una búsqueda épica, una travesía por parajes majestuosos, enfrentando innumerables peligros hasta llegar a la guarida del Dragón.
 Los Infernales verdaderos tampoco son como los pinto. Mis Infernales son más bien una orden de gauchos místicos, una mezcla entre los “Gunslinger” de King y los maestros Jedi de George Lucas, gauchos expertos en un estrafalario estilo de esgrima criollo que esta básicamente choreado del Hiten Mitsurugi Ryu de Kenshin. Rurouni Kenshin fue una influencia muy grande para la historia, especialmente en los combates. En lugar de matarme tratando de encontrar auténticos estilos de combate del territorio, los cuales parecen no existir, siendo todos los actuales deformaciones de artes marciales extrajeras vendidas como  artes “autóctonas”; decidí darle rienda suelta a la imaginación e inventar mis propios y locos estilos de esgrima y combate con macana (que por cierto más parece un bo que una macana considerando que se “estira” pero bueh…).
La idea de King me inspiró para crear esta orden de gauchos y al último de ellos, un gaucho que viviría en un mundo donde las Invasiones Inglesas triunfaron y la mitad del país todavía esta en manos de los malones y el gaucho lo recorrería buscando las cuatro piezas de Inkarri antes de que este resucitase. Usando un viejo diccionario de quechua que descargué lo bautice “Anta Lluki “que significa justamente “daga de cobre”. Así es, Anta Lluki era el nombre del Guacho y no de la Daga pero al igual que mi frustrada trilogía, el gaucho de nombre pegajoso no tenía ninguna historia interesante que contar así que lo mande al archivero.
 Uno de los personajes que diseñé para la trilogía iba a ser una especie de Han Solo, una niña cuya familia es asesinada al principio del primer libro y para el tercero ya había crecido y se volvía un personaje importante. Esta niña fue la que se termino convirtiendo en Ariel, fusionando la protagonista frustrada con en esta secundaria. La imagen de Ariel viendo como la casa de su familia es devorada por las llamas fue la primera que imaginé y la que dio forma todo el relato.
La historia evolucionó por si sola, convirtiéndose en un viaje por el continente en busca de las piezas de Inkarri, enfrentándose a los agentes del Magno Oncoy.  Necesitaba unos villanos, una fuerza opositora a la búsqueda del Gaucho. Inkarri por si solo no tenía suficiente voluntad para ser el villano principal.  Alan Moore vino a mi rescate una vez mas  con “La Brujería de la Cosa del Pantano que, si bien son unos estereotipos medio lamentables, eran unos villanos bastante aterradores y competentes. La historia del Taki Unquy también sirvió de inspiración para estos villanos que buscan restaurar el antiguo Imperio Inca pero no el imperio histórico sino la imagen idealizada que se tiene del mismo, distorsionada por sus propias ambiciones. Tener a los incas como los “malos” me resulta útil para tratar el tema del paso del tiempo. El imperio inca de la vida real no fue ninguna maravilla, era idéntico a todos los demás imperios a lo largo de la historia de la humanidad, con una ideología de superioridad racial que haría ver al imperio chino de la antigüedad como una alianza gay lesbiana en cuanto a tolerancia. Inkarri mismo ni siquiera es inca en mi historia es un rey hechicero de tiempos prehistóricos y dudosa moral. El Gaucho mismo tampoco es un héroe perfecto, perseguido por los fantasmas de aquellos a quienes asesinó durante décadas (cuando sirvió bajo San Martín ya tenía mas de cuarenta) manipulado por intereses políticos. Tanto el Magno Oncoy como el Gaucho están atorados en el pasado, en una época nostálgica, incapaces de avanzar y allí es donde entran  Ariel, Juliana y Soledad, pertenecientes a una generación mas moderna y atrapadas en sus propios conflictos, en continuar los objetivos de sus antecesores mientras buscan sus propias identidades. Ellas tres serán la fuerza impulsora del relato a partir de ahora.
Eso no significaba que el Gaucho haya desaparecido solo que su historia ha concluido. El Gaucho adoptó a Ariel y se convirtió en su amigo, en su maestro y en su padre substituto y luego la dejo ir, al mejor estilo Obi Wan-Kenobi, permitiéndole a Ariel tener su propia búsqueda aun cuando ella continué la de su maestro. Las similitudes con la obra de King en esta historia son intencionales, aun cuando sea el cliché más viejo del mundo, tanto que King lo revirtió con un giro inesperado y de lo mas dramático. Lo gracioso es que al momento de escribir el libro no había leído la Torre Oscura todavía, y cuando terminé y me puse a ello, me dio risa ver todas las coincidencias, sobretodo en las actitudes de los personajes. Eso refuerza mi teoría junguiana de que las historias e ideas flotan sobre nuestras cabezas en una atmósfera propia. Un escritor, no recuerdo quien, dijo que las historias son como peces en un gran océano y los escritores solo nos limitamos a pescarlos. Es entendible que más de uno agarremos una corvina…
Lo más sorprendente de esta evolución propia del relato es curiosamente el personaje de Ariel. Ella solita creció de ser una nenita que acompaña al héroe, a ser su pupila a pasar a ser la protagonista exclusiva de la tercer parte. El modelo de Ariel si fue Yahiko de Kenshin quien tuvo una evolución similar pero este nunca le quitó protagonismo a Himura y no dejaba de ser secundario. Ariel en tanto, al estilo Wally West o Danny Ketch, ella superó a su predecesor y terminó ganándose el ser la protagonista y figura central de lo que vendrá a continuación, la Trilogía de la Estrella Federal propiamente dicha.  
Este capítulo puede ser considerado el “Hobbit” de mi “Señor de los Anillos”. Salvando las distancias y sin compararme con Tolkien, dentro del esquema de mi universo realmente es el Hobbit, una historia que forma parte de otra mucho mas grande pero que puede sostenerse como un relato independiente. En una editorial, Mark Millar comentaba que durante una entrevista que tuvo con Stan Lee este le preguntó porque jugaba con sus personajes en lugar de crear los suyos propios.  Millar tomó el consejo a pecho y creó los populares y dementes personajes del Millarworld.  Yo también seguí el consejo del “Affable Al” (jeh) y creé mis propias historias.
Crear mis propios personajes, mis propias leyendas, aun cuando estas estén inspiradas en los trabajos de otros; da una sensación muy particular. Mejor que narrar la historia de Bilbo, Frodo, Gandalf y Aragorn a mi modo; es mejor crear mis propios Bilbo, Frodo, Gandalf y Aragorn y jugar con ellos como quiera.
Creé un patio de juegos en donde puedo tener a mis juguetes representados los papeles que yo elija. Y es increíblemente divertido.
Esta historia fue un placer escribirla, seguir el viaje del Gaucho y Ariel y sorprenderme con los problemas que enfrentaron en el camino. Lo que sigue seguirá a Ariel tratando de conseguir las siguientes dos piezas, consiguiendo una nakama, un ka-tet, una Comunidad  del Anillo propia. Sera un relato a lo X de Clamp, lleno de conflictos, alianzas, traiciones, objetos puntiagudos atravesando los ojos de los personajes, mucha onda gay entre las protagonistas (ay, no se hagan que no lo notaron… que quieren? leo mucho Clamp) y peleas sumamente exageradas mezcladas con mitología incaica y mucho bolazo propio.  
Espero sinceramente que lo disfruten.  En tanto, relean la historia de cómo Ariel se colocó por primera vez el manto rojo, subió a lomos de Tormenta y cabalgó por la pampa en dirección al sol, perseguida por una polvareda…

No hay comentarios:

Publicar un comentario