viernes, 21 de octubre de 2011

Intermedio: El Canto de Kulumekala Parte III

Bienvenidos! La conclusion del Canto de Kulumekala!
Proximo el Familiar!

                                                III.
                     La Locura Venida de la Cordillera

Tras el final del segundo informe, las anotaciones del doctor se tornan cada vez más erráticas e incomprensibles, abandonando toda visión objetiva para convertirse en lamentaciones e insultos en voz alta sobre su propia impotencia al tratar de comprobar su teoría. Decidiendo que seria una lectura demasiado perturbadora para su doliente viuda, pero un material de archivo demasiado valioso para desecharlo, más cuando lograse ser acomodado, lo tome de su oficina y lo guarde en mi departamento. Durante un par de semanas estuve abocada al trabajo de organizar y transcribir lo mejor que pudiera el texto en mi tiempo libre. Había conseguido un nuevo trabajo como secretaria del fiscal de distrito, un trabajo que al pasar el tiempo se me fue haciendo cada vez mas tedioso y molesto, ocupándome la mayor parte del día e impidiéndome trabajar en las notas del doctor. Por las noches sufría terribles pesadillas con imágenes del culto amazónico y su canto de alabanza a la Deidad Ignorada. (...)


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                                         III.
                     La Locura Venida de la Cordillera

Tras el final del segundo informe, las anotaciones del doctor se tornan cada vez más erráticas e incomprensibles, abandonando toda visión objetiva para convertirse en lamentaciones e insultos en voz alta sobre su propia impotencia al tratar de comprobar su teoría. Decidiendo que seria una lectura demasiado perturbadora para su doliente viuda, pero un material de archivo demasiado valioso para desecharlo, más cuando lograse ser acomodado, lo tome de su oficina y lo guarde en mi departamento. Durante un par de semanas estuve abocada al trabajo de organizar y transcribir lo mejor que pudiera el texto en mi tiempo libre. Había conseguido un nuevo trabajo como secretaria del fiscal de distrito, un trabajo que al pasar el tiempo se me fue haciendo cada vez mas tedioso y molesto, ocupándome la mayor parte del día e impidiéndome trabajar en las notas del doctor. Por las noches sufría terribles pesadillas con imágenes del culto amazónico y su canto de alabanza a la Deidad Ignorada. La situación cambio hará cosa de un mes cuando por fin me acostumbre al nuevo ritmo de trabajo y fui dejando cada vez mas de lado mi tarea de acomodar el legado del fallecido buen doctor. Hubo un punto en el que me había olvidado por completo de todo el asunto de Kululumekala y su extraña enfermedad homónima.
Inclusive mis pesadillas habían cesado.
 Pero si Dios trabaja en formas misteriosas, el Diablo debe tener métodos similares pues fue por pura casualidad, un simple telegrama que llegó a la oficina, que me interné nuevamente a ese mundo de oscuridad y locura, convirtiéndome en victima de mi propia obsesión.
Fue la mañana del 09 de Octubre de este año cuando recibí un telegrama destinado a mi jefe. Al leerlo no note nada en especial, informaba escuetamente sobre el fallecimiento de un detenido en la ciudad de Coyhaique, provincia de Coyhaique, Chile.
 El mensaje específicamente decía:




De: Fiscalía de Coyhaique, Coyhaique, Chile
Al: Señor Fiscal de Distrito Juan Manuel Oliveira, Buenos Aires, Argentina
Atentamente:                 
                   De acuerdo a su consulta, le informamos que el detenido Julián Ariel Valderrama (41 años), detenido el día 21 de Enero del corriente año, recluido a la institución neuro-psiquiátrica local el 22 de Enero siguiente, liberado el día 13 de Marzo, considerado perfectamente lucido e inocente de la muerte de su compañero Agustín Enrique Sosa (38 años),  ha fallecido el día 05 de Octubre en su residencia, cometiendo suicidio ahorcándose en su recamara con sus sabanas.
     Cualquier duda que tenga, tenga la amabilidad de consultarnos personalmente.
 El mensaje era notablemente críptico así que, al entregárselo a mi jefe, le consulte sobre su origen. No quiso darme mayores explicaciones ordenándome archivarlo en una carpeta con el apellido del fallecido. Aunque algo molesta obedecí y mientras lo hacia tuve una revelación estremecedora. Dentro de la carpeta había varios recortes periodísticos de semanarios chilenos, donde se detallaba la historia del arresto del occiso e incluían la fotografía de un cuerpo que presentaba síntomas muy similares a los del niño Benítez. Sin que lo notase mi jefe tome el archivo y lo oculte entre mis pertenencias. Esa noche me sumergí en su lectura, aterrándome con cada nuevo descubrimiento.
La pieza central era un informe periodístico, fechado el 22 de Enero, donde se relataba el descubrimiento por parte de las fuerzas policíacas de Julián Ariel Valderrama y su compañero Agustín Enrique Sosa, ambos miembros de una expedición alpinista que se había perdido dos semanas atrás. Reproduzco el artículo en cuestión:
      EXPEDICIÓN ALPINISTA TERMINA EN TERRIBLE TRAGEDIA
      Encontrados al pie de la cordillera los dos   sobrevivientes de la expedición Gutiérrez. Uno fallecido y el otro presenta síntomas de demencia. Cadáver en extraño estado de descomposición. Prosiguen las investigaciones.
La mañana del pasado día 21, miembros de las fuerzas policiales, quienes habían estado en búsqueda frenética durante los últimos seis días, finalmente dieron con el paradero de los miembros de la expedición capitaneada por Valentín Gutiérrez, la cual había sido declarada oficialmente perdida la semana anterior.
Los únicos dos sobrevivientes, Julián Ariel Valderrama (41) y Agustín Enrique Sosa (38), fueron encontrados al pie de la cordillera, en el interior de una cueva, donde habían estado encerrados por un derrumbe de nieve durante los últimos cinco días al menos. Sosa había fallecido varios días atrás y su cuerpo presenta síntomas de alguna extraña enfermedad cutánea. Valderrama en tanto, se encontraba en un estado frenético y atacó a los oficiales de policía mientras pronunciaba balbuceos inentendibles. Al examinar a Sosa se comprobó que Valderrama había estado alimentándose de el durante los últimos dos días aproximadamente.
Valentín Daniel Gutiérrez (45) era un famoso explorador y montañista de origen argentino, el cual había escalado montanas por todo el mundo, incluyendo el celebre Cerro Aconcagua, sin llegar a hacer cumbre en dicho caso. Este año pretendía reproducir la hazaña del general José de San Martín, atravesando la Cordillera Andina a pie y escalando el Cerro en su totalidad, para descender y seguir camino hasta el Perú. Una hazaña realmente ambiciosa. El día 29 de Diciembre la expedición de nueve hombres, que incluía miembros tanto de Argentina como de Chile, todos antiguos colegas de Gutiérrez; partió desde la parte mas sur permisible, la Cordillera Pander, y comenzó el recorrido. Pero a ocho días de iniciado dicho recorrido, el 05 de Enero (festejando el equipo el año nuevo al pie de la montaña) todo contacto con la expedición se perdió por completo.
Al principio se adjudicó el cese de la comunicación por radio a la altura y las condiciones climáticas pero al transcurrir diez días sin aviso, el día 15, se declaró oficialmente perdida a la expedición y se dio inicio a su búsqueda, la cual concluyo el día 21 con el descubrimiento de Valderrama y Sosa.  El forense dictaminó que Sosa falleció de un paro respiratorio, producido aparentemente por exposición a los elementos.  Los eczemas que presenta su cuerpo continúan siendo de causa desconocida pero el equipo médico se apresuro en afirmar que no son responsables por su fallecimiento, ni de naturaleza contagiosa. De Valderrama en tanto, no fue posible extraer un testimonio hallándose todavía en un estado de histeria absoluta y aun sedado, se retuerce y pronuncia incoherencias solamente. El cuerpo policial lo ha recluido en una institución psiquiátrica en espera de su pronta mejoría. Valderrama llevaba consigo una bitácora del viaje pero la policía se ha negado de momento a proporcionar dicho material a la prensa. Por tanto, solo se puede especular respecto a lo que realmente sucedió con la expedición.
 La hipótesis más viable es que la presión atmosférica y la extrema altura hayan inducido en Valderrama y quizás en otros miembros de la expedición, un episodio de locura temporal, durante el cual se mataron mutuamente. Valderrama debe haber huido, cargando consigo el cadáver de Sosa, hasta quedar atrapado en la caverna y pasar los siguientes días alimentándose y dándose calor con el cadáver de su compañero.
Quizás otros miembros de la expedición continúan perdidos en las montañas en un estado similar de locura y canibalismo. Solo se puede especular.
El misterio sobre la expedición Gutiérrez continúa.
Quede conmocionada al terminar el relato. Mis pesadillas regresaron esa noche, con imágenes de Valderrama arrastrando el cadáver de Sosa por entre la espesa nieve mientras el Canto de Kululumekala resonaba en el interior de mi cabeza. Incapaz de soportarlo mas, habiendo regresado la obsesión y la locura, solicité unos días libres y casi sin esperar repuesta tomé el primer tren en dirección al vecino país de Chile.
No queriendo perjudicar a mi jefe y, mas importante aun perder mi empleo, me presenté bajo un nombre falso como una periodista independiente, solicitando información sobre el caso. Las autoridades chilenas fueron previsiblemente poco colaboradoras, impidiéndome el acceso a la bitácora del viaje que había quedado en posesión del juez de la causa. Tras su suicidio, me informaron, los familiares de Valderrama cremaron el cadáver de inmediato tras un funeral escueto. Destino similar sufrió Sosa, cuyo cadáver fue incinerado por el propio cuerpo forense, al carecer de parientes próximos. Al mencionar el nombre del buen doctor  Barreiro, conseguí que uno de los forenses se confesase conmigo sobre la condición de Sosa. Los médicos jamás pudieron determinar las causas de la enfermedad de Sosa y a principios de Marzo estas desaparecieron sin explicación alguna en el transcurso de una noche, dejando en su lugar un cuerpo perfectamente sano.  Me confió que el equipo estaba tan perturbado que prendieron fuego al cuerpo sin esperar la confirmación de la policía.
El personal de la institución psiquiátrica que recibió a Valderrama fue mucho más amable. Nuevamente el nombre del buen doctor fue la palanca necesaria para conseguir mi objetivo. El amable aunque visiblemente nervioso psiquiatra que atendió a Valderrama, el doctor Federico Gabriel Linares, me proporcionó toda la información que le fue posible. Coincidiendo con la desaparición de los síntomas del cuerpo de Sosa, Valderrama recuperó inexplicablemente la cordura aunque presentando un agudo cuadro de amnesia. Era incapaz de recordar los eventos posteriores al 05 de Enero, cuando se toparon con una extraña formación rocosa que parecía la estatua de una mujer pero con cabeza de insecto, la cual señalaba el comienzo de una serie de escalones. Linares sometió a Valderrama a un intenso tratamiento psiquiátrico, que incluyó agotadoras sesiones de hipnosis, durante las cuales Valderrama pudo relatar eventos que se correspondían con las primeras entradas de la bitácora. El doctor Linares tuvo acceso a dichas anotaciones pero siguiendo el suicidio de Valderrama estas le fueron retiradas por orden judicial y no se le permitió conservar copias. Durante las últimas sesiones, especialmente al acercarse a las fechas del 13 de Enero, Valderrama regresaba su estado sicótico inicial, retorciéndose frenéticamente mientras pronunciaba alaridos en una lengua inentendible. Valderrama había dejado de asistir a las sesiones en la semana del 05 de Octubre, recluyéndose en su residencia.
En fechas anteriores habían logrado un notable avance, recordando Valderrama, aunque distorsionadas por imágenes de pesadilla y visiones monstruosas, las muertes de Gutiérrez, Sosa y el resto de la expedición. Linares consideraba que la culpa por su participación en estas muertes fue lo que llevo a Valderrama a decidir quitarse la vida. Linares me entrego sus notas sobre el caso y me indicó que una vez hubiera terminado de leerlas me deshiciese de ellas. No quería volver a saber nada sobre el asunto. Durante el viaje de regreso, consideré arrojar las notas por la ventanilla pero finalmente la curiosidad venció la pulseada y me sumergí en la lectura de este testimonio abrumador.
"¡Escaleras! Hemos encontrado escaleras!!", así daba comienzo el relato de Valderrama, con el descubrimiento de la estatua de la Madre Insecto, Kululumekala, y una hilera de escaleras que se internaban por la ladera de la montaña. Gutiérrez estaba emocionado, creyendo haber encontrado un puesto de avanzada inca y ordeno a sus hombres transitar la escalinata. Valderrama y otros tres estuvieron de acuerdo pero Sosa y dos mas no estaban muy convencidos. Gutiérrez zanjo la cuestión, asegurándoles que las comunicaciones se reanudarían a mayor altura. La travesía los ocupo ochos días completos,  durante los cuales fueron encontrando mas restos arqueológicos que delataban un camino pavimentado, pero el estilo no se asemejaba en nada a la civilización incaica. En la noche del quinto día, mientras acampaban en un descanso de la escalera y los ánimos comenzaban a escasear tanto como las provisiones y el agua; fueron atacados sorpresivamente por un grupo de individuos enmascarados. Armados con garrotes y puñales los, alrededor de seis individuos, les dieron una terrible batalla que terminó con la muerte de dos miembros de la expedición y tres de los asaltantes.
Una nota al margen de Linares consideraba dicho ataque una fantasía, una defensa de la mente de Valderrama para justificar el acceso de locura que provocó un conflicto en el grupo, que acabo en la muerte de dos de sus compañeros. Linares sin duda compartió sus inquietudes con Valderrama, explicando su sentimiento de culpa. Es increíble como, después de semejante episodio, fuera real o ficticio, Gutiérrez haya sido capaz de convencer a su equipo de continuar ascendiendo, bajo la promesa de mejor recepción radial. En la tarde del fatídico día 13 de Enero, el octavo día desde que tomaron el camino de escaleras, llegaron al final inesperado del mismo. Los escalones terminaron abruptamente, al igual que las aspiraciones de Gutiérrez y frente a ellos solo se extendía un enorme vacío. Sosa y los demás le pidieron al abatido Gutiérrez de regresar, al ver que las comunicaciones seguían interrumpidas pero entonces un viento helado desplazó las nubes, revelando una visión que no pertenecía a este mundo.
Emergiendo como una flecha que sobresale por el costado opuesto de la herida, en un ángulo imposible de noventa grados, se alzaba imponente una verdadera fortaleza de pesadilla. Allí se encontraba una edificación imposible, a un altura de 3.996 metros y en la coordenadas 47º 33´ 45´´ S y 78º 23´ 39´´ O, según los cálculos de Linares basados en la bitácora de Valderrama. Se trataba nada menos que de la Ciudadela Inclinada de U´mptwa.
Todos quedaron estupefactos y, sin decir palabra, Gutiérrez comenzó a bordear el costado de la montaña, deseoso por llegar a la Ciudadela. Atándose entre si lo mejor que pudieron, soportando un feroz viento que parecía azotarlos con malicia, finalmente llegaron a un lado de la Ciudadela. Al posarse, todos fueron sorprendidos por el súbito cambio de enfoque de la gravedad, pasando del centro de la Tierra como es lógico al centro de la Ciudadela, y uno de los hombres, un tal Diego, se soltó accidentalmente de la cuerda, precipitándose al vació. Dentro de la Ciudadela las leyes de la gravedad y la lógica no eran aplicables, permitiendo a dos miembros de la expedición mirarse hacia "arriba" mutuamente. La propia Ciudadela parecía la obra de un desquiciado.
Poseía escaleras en caracol que no conducían a ninguna parte, pasillos que se retorcían como un moño y avenidas que constituían una autentica cinta de Moebius. Sus pasos retumbaban con cavernosos ecos en los salones no-euclidianos forjados en una materia que no parecía roca sino la coraza de algún insecto. En su interior, la Ciudadela estaba decorada con imágenes grotescas de monstruos tipo insectos, estatuas y murales que describían una época oscura de la prehistoria humana donde los insectos eran la especie dominante, caminando como hombres y subyugando a la primitiva humanidad. Una insoportable sensación de miedo se apodero de todo el grupo.
En el centro de la Ciudadela, que de alguna forma se hallaba también en su borde, se encontraba un arco que asemejaba las mandíbulas amenazantes de algún insecto y bajo el, una fuente cuya agua se burlaba de la gravedad, goteando en dirección ascendente. Gutiérrez se acercó hacia el agua turbia e incolora, contemplando su distorsionado reflejo y entonces lo vio. Todos lo vieron. O mejor dicho, lo sintieron. Lo sintieron en sus pies al temblar la tierra, en sus corazones al apretujarse por el terror y en sus odios al oír el zumbido. El escalofriante Canto de Kululumekala. Una cacofonía intolerable de gritos e insultos hacia la raza humana. Todos se desplomaron al suelo, tapándose los oídos en vano y suplicando a los cielos porque se detuviera. No había nada que pudieran hacer.
El momento temido había llegado y lo que un culto de fanáticos en la Amazonía habían fracasado en conseguir, lo había logrado un despavorido grupo de alpinistas por puro accidente. ¡Tras millones de años, Kululumekala se alzaba nuevamente, hambrienta de deseos de alabanza!
Ocupaba toda la vista, sobrecogedora, del tamaño de una montaña, su horripilante cabeza desprendía una baba amarillenta, sus fauces abiertas de par en par en forma imposible, emitieron un zumbido de locura, las alas anteriormente contraídas en su espalda se desplegaron, cubriendo el firmamento con su tonalidad ámbar, su vientre anaranjado y translucido permitía vislumbrar el horror del millar de embriones en formación, sus hijos retorciéndose, alimentándose de sacrificios humanos alrededor del globo terráqueo. Apoyó sus pinzas en el suelo, hundiendo la fortaleza con su monstruoso peso
Dos de los exploradores murieron en el acto, sucumbiendo a la locura y arrancándose los ojos en sus últimos instantes de vida. Gutiérrez permaneció inmóvil, cubierto de lágrimas, mientras era absorbido por el gelatinoso vientre de la Diosa. Valderrama y Sosa apenas y lograron escapar, tratando en vano de salvar a uno de sus compañeros de ser digerido por la progenie de Kulumekala que se retorcía en su interior. Sostuvieron la mano de su compañero hasta que esta se deshizo en polvo, devorado por los hijos de Kululumekala. Retrocediendo sobre sus pasos, descubriendo con horror que los pasillos habían cambiado por completo su fisonomía, lograron regresar al borde de la montaña y tomar sus cuerdas de escalada. Kulumekala los sorprendió, asomándose por un costado imposible de la Ciudadela.
Reaccionando su instinto de supervivencia, tal y como lo  hizo con el ataque de los sectarios, Sosa clavó su pico en el gelatinoso abdomen de la Madre Insecto, liberando una lluvia de esporas y liquido anaranjado, el cual lo empapó por completo, quemándolo con su corrosiva consistencia. Kululumekala emitió un chillido que ningún oído humano había conocido y se retiro al interior de la Ciudadela. Asiéndose como pudo con la mano restante, Valderrama sostuvo a su herido compañero ante la fuerza de los temblores y la ventisca. Mientras la Diosa se retiraba, la nube de esporas anaranjadas desaparecía en el horizonte, arrastrada por el viento.
Los siguientes días, Valderrama descendió por los escalones, arrastrando como pudo al inconsciente Sosa, quien comenzó a mutar lentamente, desarrollando alas y una secreción en los ojos, muriendo de asfixia días después. Aterrado, hambriento y delirando por la experiencia, Valderrama avanzó, guiándose por nada mas que su determinación, al haber perdido el equipo de escalada, soportando la nieve y el frió. Inclusive después de caer por un costado de la montaña, hiriéndose gravemente, siguió cargando el cuerpo de su compañero hasta llegar a la seguridad de una cueva. Cuando esta quedó tapada por la nieve, Valderrama hizo todo lo posible por sobrevivir, inclusive alimentarse del cadáver de Sosa. El Canto de la Diosa siguió atormentando sus pensamientos, impidiéndole dormir o descansar, hasta el momento en que el hielo se apartó para dar paso a la luz y a los hombres de policía que, en su delirio, se le presentaron como amenazantes criaturas de pesadilla, los mismos asaltantes de la escalera tal vez, sirvientes de la Madre Insecto que venían a ofrecerlo en sacrificio.
Se defendió como pudo, gritando el nombre de la Diosa que zumbaba en sus oídos sin descanso, hasta el día en que el Canto ceso y despertó, confuso y agotado, en un hospital psiquiátrico, sin más recuerdo que aquellas escaleras aterradoras que conducían a sus pesadillas.
La lectura me ha abierto los ojos, proporcionándome las respuestas que el buen doctor tanto anhelaba. Puedo visualizar a la nube de esporas anaranjadas desplazándose por el cielo, descendiendo sobre sus incautas victimas, entrando por la ventana abierta de los Benítez hasta infectar al pequeño Juan.
Ahora comprendo la naturaleza de la enfermedad y me asalta la locura porque esta no es de este mundo y su propósito es maligno. La verdad es aun más aterradora que la duda y ya no puedo soportar una noche mas de pesadillas, no puedo apartar de mis odios el zumbido del Canto de la Deidad Ignorada. Así que he decidido terminar con este sufrimiento. Por alguna razón desconocida, quizás un presagio inconsciente, robé una caja de barbitúricos antes de abandonar la oficina del doctor Barreiro. Acabo de consumirlos todos juntos, bajándolos con una botella de vodka. Deseo morir lentamente, experimentado por última vez la dicha de un sueño reparador. Pero antes de cerrar mis ojos por última vez, he de terminar mi relato, de revelar la verdad sobre la "Enfermedad de Kulala", la cual he descubierto oculta entre las incoherentes notas del doctor.
El creía haber fracasado pero en verdad había descubierto el motivo, el origen de la enfermedad. Tan solo la había pasado por alto, tan enfocado en su búsqueda del esquivo Staphylococcus que no se percató que la verdadera fuente de la infecc----


(N. de Ed. La señorita Susana Beatriz Lavado jamás llego a concluir sus anotaciones, falleciendo de un paro respiratorio inducido por intoxicación. Fue encontrada horas después en su departamento, desplomada sobre su maquina de escribir. Las notas del Doctor Barreiro jamás fueron encontradas.) 

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