viernes, 7 de octubre de 2011

La Daga de Cobre: Capitulo IX

Bienvenidos! Capitulo 9, Padre e Hija y con esto concluimos la Primera Parte!
A disfrutar!

                            IX

                  Padre e Hija

La niña había mostrado la hilacha, volviéndose la bruja que en verdad era. Sus brazos se habían alargado más de un metro, atrapando con sus garras la garganta de Ariel. Su cabello se había desmarañado y le cubría la mitad del cuerpo, volviéndola un porrudo espectro cuyo rostro se había retorcido horriblemente. Todo su cuerpo se había contracturado de una manera muy poco natural y desagradable a la vista. Un único ojo amarillento asomaba de su rostro cubierto de granos.
(...)


http://www.4shared.com/document/_LR2nYgx/Capitulo_IX.html

                                       IX

Padre e Hija

La niña había mostrado la hilacha, volviéndose la bruja que en verdad era. Sus brazos se habían alargado más de un metro, atrapando con sus garras la garganta de Ariel. Su cabello se había desmarañado y le cubría la mitad del cuerpo, volviéndola un porrudo espectro cuyo rostro se había retorcido horriblemente. Todo su cuerpo se había contracturado de una manera muy poco natural y desagradable a la vista. Un único ojo amarillento asomaba de su rostro cubierto de granos.
- No te preocupéis.- le dijo, abandonando la voz dulce de niña por la suya autentica, rasposa y ronca. – No vais a estar solo mucho rato. Para cuando termine con tu, iré a buscarte a tu papá y me lo comeré también.
Ariel no podía respirar debido a las tenazas que apretaban su cuello. Sentía un fuego en la garganta a medida que se iba ahogando. Logró sacar el cuchillo que usaba para la carne de su cintura y se lo clavó en la mano a la Chaura pero ésta solo se rió. 
- JAJAJA. Necesitáis una hoja mucho más filosa si pretendéis hacerme daño.
Ariel dejó caer el verijero e improvisó en el momento, sacando su rebenque y descargando un golpe sobre la cabeza de Chaura. El golpe sirvió para liberarla. Ariel cayó con un ruido sordo mientras la Fiura se retorcía dolorida.
- ¡De…desgraciado! ¿Como te atrevéis a dañar a una belleza como yo? ¡¿Sabéis los hombres que darían su vida por que me dignase a prestarles atención?!
- ¿Ho *Jadeo*hombre? Yo soy mujer.
- ¿El qué?
Ariel no sabía que era peor, que la bruja quisiese comérsela o que ella también la confundiese con un varón. 
- Bueno, no importa ya. ¡¡¡Me lastimasteis y por eso pagareis!!!  

Ariel corrió lo más que pudo, lastimando su corazón y pulmones. Deseo ser tan rápida como el gaucho. La Fiura si lo era, estaba a punto de alcanzarla. Confiando en el instinto una vez mas, Ariel se paró de golpe y lanzó otro latigazo pero esta vez la Fiura estaba preparada. Lo interceptó, rodeó el arma con su brazo y lanzó a Ariel por los aires.
El árbol con el que chocó recibió la mayor parte del impacto pero el golpe casi logra desmayarla. Los indios le habían advertido de una criatura así. La Fiura, una bruja que seducía a los hombres y los conducía a la locura. Evidentemente, no era muy lista si me había tomado por uno, pensó Ariel. Los indios le dijeron que la única arma eficaz era una hoja de pahuledún pero no había ninguna a mano. Tomó una de las ramas que se habían partido del árbol y la esgrimió como una lanza, arrojándosela a la Fiura en cuanto la tuvo cerca. Esta abrió la boca y escupió una nube de gas acido y pestilente que deshizo la madera en segundos. Ariel aprovechó el momento para escapar. Estaba asustada y sin ideas. No sabía donde estaba el gaucho. Ni siquiera sabia donde estaba ella, de tanto que había corrido. Tenía que encontrar un lugar donde ocultarse y perderle el rastro a la Fiura. Estaba tan ocupada en huir que no se dio cuenta que el suelo había terminado bajo sus pies.
                             * * * * *
Ariel se sorprendió al ver que flotaba en el aire, suspendida sobre un acantilado. Al mirar hacia arriba comprendió el secreto tras ese truco de levitación.
- ¡Marta!
La mula le devolvió la sonrisa y empezó a tirarla hacia arriba. Ariel le acarició la cabeza. No podía explicar lo contenta que estaba de verla otra vez. Buscó entre sus bártulos hasta encontrar la única arma con la que se sentía verdaderamente cómoda, sus boleadoras. Su única oportunidad era distraer a la Fiura lo suficiente para lazarla y luego huir lo más lejos posible. Sintió que la Fiura se acercaba así que le dio una cachetada a Marta para que huyera y se internó en el bosque una vez más. 
No llegó muy lejos. Una mano huesuda salió de entre la vegetación y le arañó la pierna, haciéndola perder el equilibrio. Ariel cayó y rodó durante varios minutos, golpeándose con ramas y pedruscos hasta detenerse en un charco de barro. Lastimada y aterrada, Ariel levantó la vista y se encontró con el ojo putrefacto de la Fiura. La bruja la observaba vuelta del revés con la lengua negra asomándole de la boca. Ariel haba perdido la cuenta de cuantas veces estuvo frente a frente con la muerte pero esta debió ser la mas aterradora de todas.
Un trueno retumbó de pronto y una esbelta figura azabache salió de entre los arboles.
Tormenta cayó con un estrepito y se plantó frente a la bruja, haciéndole frente sin miedo. A diferencia de otras criaturas, la Fiura no tenía poder sobre los animales, menos sobre uno tan indómito como Tormenta.
La yegua, enseñó los dientes y sirvió de escudo para Ariel quien aprovechó el momento, hizo girar las boleadoras y antes de que la Fiura reacciónese, la hizo chocar contra un árbol y las boleadoras la ataron a el.
Estaba a punto de liberarse con su aliento acido cuando la detuvo el fulgor de una hoja cobriza.
- Mejor ni lo hagas.
El gaucho sostenía Anta Lluki sobre la nariz de la Fiura quien, habiendo reconocido la hoja, temblaba de miedo. 
- ¿Estas bien, Ariel?
Era la primera vez que la llamaba por su nombre así que tardó en responder. 
- ¿Eh? Ahh, si, si…si.
La Fiura largó una serie de insultos y maldiciones a los dos. Estas cesaron cuando una figura aun mas temible salió de entre las sombras del bosque. Parecía un hombre pero irradiaba un aura salvaje. Tenía la cabeza cubierta con un sombrero invadido por setas que parecían venenosas. Tenía el cabello largo y la barba cubiertos de ramas, insectos y más setas. Sus piernas terminaban en muñones por lo que se apoyaba en un bastón. Sobre la espalda portaba  una enorme hacha. Su mirada era siniestra y tenía  la boca en una mueca permanente.
- Pero mirá tu lo que me vengo a encontrar. ¿Anda haciéndose la lista otra vez, m´hija? 
- Pa...pa…papá. 
El gaucho se puso frente a Ariel protegiéndola. La hoja del Anta Lluki brillaba como el sol de la tarde.
- Calma, huaso, no tengo intención de pelear. Solo me llevo a m´ hija pá casa.
Dicho esto usó su hacha para cortar las boleadoras y se subió a la Fiura al hombro. La bruja gritó, suplicando su perdón mientras se perdían en el oscuro bosque. 
- ¿Q…qu… que fue eso?- preguntó Ariel cuando logró salir de la impresión.
- Su esposo.- dijo el gaucho, enfundando el puñal. 
-¿Esposo? Pero si ella le dijo papá.
- Es su padre y su esposo. El Trauco es ambas cosas.
- E...el Trau...
Ariel no pudo terminar la frase. El Trauco del que había oído hablar era un hombrecillo desagradable y no este gigante atemorizante. 
- Vámonos, Ariel. 
                             * * * * *
Al caer la noche y ya lejos del bosque, Ariel se refugió en la fogata, acariciando la cabeza de Marta. No podía expresar lo contenta que estaba de volver a ver a la pequeña mula. Estaba sucia y algo lastimada. Se ve que le había costado viajar junto a Tormenta. La yegua en tanto estaba de lo mas tranquila, descansando muy oronda en el suelo. El gaucho arrojó un leño al fuego, se sentó frente a Ariel y le dijo:
- Ariel, tenés razón en que no soy totalmente sincero con vos. Si pretendo que me acompañes en mi misión tengo que empezar a tratarte como una igual. Eso implica que sepas lo que yo se. Te dije que tengo la misión de impedir el regreso de Inkarri pero te confieso que yo mismo no había entendido la importancia de dicha misión al recibirla. No hasta que vi con mis propios ojos el poder de Inkarri. 

Y dicho esto comenzó a narrar…

No hay comentarios:

Publicar un comentario