domingo, 16 de octubre de 2011

La Daga de Cobre: capitulo XV

Bienvenidos! Quinceavo capitulo, a punto de culminar la segunda parte!
Disfruten!

                        XV

 La Pierna Derecha

Santiago se llevó a Gorrichi a la jefatura del pueblo mientras que Ariel se quedó junto a Azul atendiendo los soldados que habían sobrevivido el ataque de Tupa. Ya no tenían intenciones de seguir peleando, menos después de que llegara el otro contingente y dieran la noticia de la muerte de Villamonte. La mayoría solo quería regresar a casa y no seguir persiguiendo al gaucho por todo el continente pero algunos insistían en cumplir las órdenes. Ariel les dijo que si no querían perder la vida mejor que se fueran antes de que regresara su maestro. Los que ya lo habían visto huyeron enseguida, el resto lo hizo tras mirarle a los ojos a Ariel.
El gaucho regresó bien entrada la noche. Sin el poncho, mojado y cubierto de heridas (...)

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                                    XV

 La Pierna Derecha

Santiago se llevó a Gorrichi a la jefatura del pueblo mientras que Ariel se quedó junto a Azul atendiendo los soldados que habían sobrevivido el ataque de Tupa. Ya no tenían intenciones de seguir peleando, menos después de que llegara el otro contingente y dieran la noticia de la muerte de Villamonte. La mayoría solo quería regresar a casa y no seguir persiguiendo al gaucho por todo el continente pero algunos insistían en cumplir las órdenes. Ariel les dijo que si no querían perder la vida mejor que se fueran antes de que regresara su maestro. Los que ya lo habían visto huyeron enseguida, el resto lo hizo tras mirarle a los ojos a Ariel.
El gaucho regresó bien entrada la noche. Sin el poncho, mojado y cubierto de heridas. Azul se sorprendió de que Ariel no estuviese preocupada en ningún momento. Lo esperó tranquila y cuando regresó lo recibió con una sonrisa y un mate caliente. Entonces comprendió las palabras del gaucho. 
A la mañana siguiente le hizo entrega de un regalo que había tejido y guardado hacia cinco años, un nuevo poncho rojo.
El gaucho dudo en aceptarlo pero Santiago le dijo que lo tomara de una vez.
- Lléveselo. Lo necesita.
El gaucho se colocó el poncho y al hacerlo, el viento que sopló no era el del Anta Lluki sino el suyo propio. El viento de un hombre libre.
- Azul, debo decirte que...
- Está bien. Lo se. Lo sentí hace mucho. Pero como dijiste, tengo que quedarme y cuidar de este hogar para que el tenga un lugar al cual regresar.
El gaucho le sonrió a Azul.
La primera sonrisa que le dedicaba.
Un poco alejados, Ariel y Santiago mantenían su propia despedida. Sonrojado e incomodo, Santiago trababa de disculparse:
- E...euhh...esto, bueno eh cuídate y eeeh respecto a las cosas que dije eeh yo bueno…
Ariel, quien no era muy ducha en esto de captar sutilezas, le respondió con un golpe demasiado fuerte en el hombro.
- ¡Dejá de tartamudear, tarado! ¡Acordáte que tenés que proteger a tu mamá y hermanita, así que despabílate!
Santiago le contestó con una sonrisa forzada, Ariel pegaba demasiado fuerte. Todavía sonrojado le hizo entrega de un regalo.
- Toma, con esto aprendí ingles. Quizás euh como te gustan los libros raros pues eeh te gustaría tenerlo.
Ariel tomo el primer volumen de los trabajos de Laetitia Barbauld y no pudo evitar reir al leer el título:
- Acá dice para niños de tres a cuatro años…
- ¡Cállate, es el recuerdo de un amigo mío!
- ¡Jajaja! Tranquilo, me gusta. Ah, cierto. Me olvidaba...- y con los dientes se arrancó el chaca de la muñeca. Con unos rápidos movimientos, armó uno mas pequeño usando un hilo suelto y le pidió la mano a Santiago, que se quedo allí con cara de no entender nada. A lo brusco, Ariel le agarró la mano y le ató la pulsera:
- Esto es un amuleto de protección. Tenelo siempre encima, tamos?
Todo colorado, Santiago solo alcanzó a asentir.
- Y este, es para la bebita.- dijo Ariel, entregándole el otro pedazo cortado a Azul.
- Muchas gracias, Ariel pero tuviste que romper el suyo.
- Esta bien, de todas formas me quedaba grande.
- Vamos yendo, gurí.
- Sui, maestro.

Y los dos se marcharon en dirección al horizonte con el sol de la mañana alto en el cielo. Azul miró a su hijo que observaba a los dos viajeros que se perdían en la llanura, acariciando el chaca.
Sus ojos brillaban con la misma intensidad que los de su padre. Azul sabía que algún día se marcharía pero ella estaría esperándolo, en su hogar.
                           * * * * *
Ariel y el gaucho viajaron a galope tendido sin detenerse, llegando al tercer día a su destino, las ruinas de Inqa Llaqta. En el interior de esta antigua estructura se hallaba encerrada una de las partes de Inkarri. El susurro de la daga se había transformado en una cacofonía insoportable de gritos. 
En cuanto Tormenta y Marta posaron sus cascos sobre la cancha, sus jinetes se vieron asaltados por una visión del pasado. Vieron el templo en todo su esplendor como lo fue en el pasado, cubierto de banderines y estandartes flameantes. Vieron a centenares de feligreses rogando al dios sol por una temporada de lluvias. Vieron a un Inca dirigiéndose a la multitud con una potente y melodiosa voz. Podían oír la música y el jolgorio. El olor de la chicha derramada por las calles. Vieron a las llamas siendo conducidas al altar de sacrificios. Vieron a un laika aceptar el soborno de un acaudalado noble. Vieron a una hermosa ñusta resignada a su destino, siendo conducida junto a las vicuñas. Vieron a un guerrero llorar de impotencia, maldiciendo al Sol y a todos los dioses y siendo reducido por sus propios compañeros. En el momento en que la doncella subía al altar y pareció mirarlos directamente a los ojos y la voz del Inca llegaba a su máximo, envolviendo a todo el valle con su canción, la visión se desvaneció, rompiéndose en pedazos como un telar siendo desgarrado por una afilada cuchilla.
Despertando al unisonó, Ariel y el gaucho se miraron confundidos y asombrados. Sus monturas no habían visto nada y siguieron avanzando despreocupadas. El espectáculo había sido solo para los portadores del Anta Lluki.
Ariel y el gaucho desmontaron y recorrieron la edificación. Siguiendo el sonido de la voz de la daga encontraron su camino entremedio del laberinto de escalones y portales. Se toparon con una pared decorada con un glifo de origen europeo y al clavarle el gaucho su facón, la pared se abrió, como activada por un mecanismo antiguo, revelando una escalera que se perdía en la oscuridad de las profundidades del valle.
Ambos descendieron durante muchos metros hasta atravesar un pasillo cubierto de esqueletos tapados de telarañas, de ambos bandos de la conquista, que los condujo hasta una espaciosa cámara subterránea, iluminada por un antinatural fuego verdoso que surgía de pozos que conducían aun mas al fondo.
Al final de la sala se hallaba, bañada en oro y joyas, la pierna derecha de Inkarri. Descansaba de pie sobre un altar decorado con señales, que parecían más bien advertencias que otra cosa. Emanaba un aire peligroso y antiguo. La muñeca de Ariel ardía con fuerza. Ariel esperó a que el gaucho avanzara, atentos los dos a cualquier indicio de una trampa.
Por un momento parecía que no sucedería nada cuando les llegó un sonido que Ariel aprendería a reconocer. El zumbido de un millar de insectos, quienes parecían reclamar una deuda antigua. La muñeca de Ariel entró a escocer. La sala comenzó a temblar, el suelo se estaba alzando o eso parecía. En realidad era el enorme caparazón de un escarabajo titánico alzándose. El gaucho atinó a saltar pero Ariel rodó hasta estrellarse con una columna.
Ariel se estaba frotando el chichón cuando sintió la enorme sombra sobre ella. El escarabajo abarcaba la totalidad de la enorme cámara. Era un campeón de los tiempos prehistóricos que había sobrevivido al pasar de las eras sin necesidad de alimento ni compañía.
Se sentaba sobre las patas traseras mientras las otras cuatro exhibían garras tan grandes que podían partir en dos a una persona adulta. Abrió sus babosas mandíbulas y emitió una serie de sonidos que difícilmente podían interpretarse como palabras pero que a Ariel le parecieron cargadas de malicia y reto, como una provocación previa a la batalla. Ariel creyó inclusive entrever un rostro humano, unos ojos ciegos enfurecidos, apenas visibles; bajo las gigantescas antenas, que los observaban con furia pero no supo decir si fue una impresión causada por el pánico.  El interior de su abdomen era amarillento y apestaba insoportablemente. La bestia trató de abrir su brillante espalda, buscando desplegar unas vidriosas e hipnóticas alas, chocándose con las paredes del recinto al hacerlo.
Ariel estaba paralizada por el terror y de no haberla sacado del medio el gaucho, hubiera terminado aplastada por las garras de la criatura. Plegando las ciclópeas alas y echándose a ras del suelo, el Insecto Guardián se interpuso entre ellos y la pieza de Inkarri. El gaucho le dijo a Ariel que se ocultara y dio un asombroso salto, esquivando las antenas de la bestia y rebotando en una de las paredes.
Estilo Estrella Federal! Refocilo Hacido Astillas!
El gaucho dio un golpe liberando la fuerza del Anta Lluki. Ariel pudo escuchar a la daga chillar al cortar el aire con su poder. Pero la hoja que con anterioridad había cortado el metal como si fuera papel, apenas hizo mella en el acorazado lomo de la bestia. Sus enormes antenas, fungiendo como látigos y lanzas alternativamente, rodearon al gaucho en su caída. Gracias a su prodigiosa agilidad, el gaucho esquivó los ataques con gracia, dio una vuelta carnero al caer y se apoyo para hacer el “Refocilo Boliado” pero el escarabajo pronto agachó la cabeza, inutilizando el ataque.
 Aprovechando la ventaja de sus articulaciones móviles, el insecto monstruoso dobló sus patas delanteras en un ángulo imposible y atacó al gaucho por la espalda. Ariel trato de advertirle a su maestro que no saltara porque el otro par de garras se le acercaba por arriba. El gaucho reaccionó a tiempo, evitando el ataque traidor enredando su poncho en las patas del bicho, a tan solo escasos centímetros de su rostro y terminó haciendo tanta presión que las partió en dos.
Esto le dio una idea a Ariel.
- ¡Maestro! ¡No intente romper su coraza, concéntrese en sus patas! ¡Si las quiebra podrá derribarlo! 
El gaucho comprendió y recuperó su poncho, reculando hacia atrás. Ariel sacó sus boleadoras y al hacerlas girar, el brillo distrajo a la criatura invidente, que se guiaba por el fulgor verdoso de las entrañas de la cámara. Al ser lanzadas, las boleadoras cumplieron su palabra de nunca fallar el blanco, esquivando por si solas la pata delantera del escarabajo e impactando en una trasera, haciéndola añicos. El gaucho salvó a Ariel a tiempo de morir aplastada por la garra furiosa del monstruo. 
Inclinado bajo su propio peso, el escarabajo lanzó una maldición en una lengua corrupta  e intentó un nuevo ataque pero el gaucho, tras depositar a Ariel en terreno seguro, se lanzó sobre las flamas verdes. Invisible ante los ojos impíos del escarabajo, el gaucho lanzó su “Refocilo Chaguarazo!” atrapando la otra pata en su poncho e hizo presión hacia abajo, destrozándola.
El Guardián ahora solo tenía un único par de patas en los cuales apoyarse y sus antenas como arma. El gaucho recuperó las boleadoras de Ariel y se las devolvió, ordenándole apuntar alto. Ariel comprendió enseguida y las arrojó directo a las antenas del monstruo. El fulgor volvió a enceguecerlo y sus antenas enredadas se clavaron en la pared, arrojándolo hacia atrás y exponiendo su blando abdomen. El gaucho se mandó con el puñal al frente, rodeado de una ventisca nacida del poder de la daga. Ariel pudo ver como el arma cambiaba de forma, extendiéndose su punta y añadiéndosele dos nuevas a los costados, dándole la apariencia de una corcesca
Estilo Estrella federal! Refocilo Parejero!
El gaucho atravesó de parte en parte al insecto monstruoso, esparciendo sus achuras por todo el recinto. Su sangre incolora quemaba como el acido, devorando las ropas y el sombrero pero el gaucho ignoró el dolor como si fuera nada.
Su mano derecha temblaba mientras la hoja cambiaba de forma, retrayéndose y absorbiendo la sangre de su victima.
El esfuerzo de  usar el Anta Lluki estaba desgastando el cuerpo del gaucho, fatigado tras décadas de lucha. Ariel recuperó sus boleadoras y el poncho de su maestro, notando lo pesado de su respiración al devolvérselo. 
Juntos se acercaron hasta el altar. La pierna de Inkarri, seguía emitiendo un aire amenazante pero cuando su maestro la tomó en sus manos, Ariel comprobó que no tenia nada de particular. Solo un trozo de carne seca en un estuche pretencioso, pensó. 
- No parece la gran cosa así de cerca, no? – comentó Ariel, aparentando calma, cuando la verdad no salía de la impresión de su duelo con el escarabajo gigante que se estaba deshaciendo a sus espaldas. 
- Necesitan juntarse las cuatro partes para revivir a Inkarri pero aun sueltas todavía conservan vida. – y lo demostró, clavando la hoja de su facón en la pierna seca, la cual empezó a sangrar. Una sangre negra y espesa cayó a los pies del gaucho, manchando su bota y despidiendo un olor nauseabundo. 
Ariel tuvo que taparse la boca para evitar vomitar. 
Con su guardián destruido, Ariel y el gaucho no tuvieron problemas para salir del templo. La noche había caído y la luna en su primer cuarto iluminaba todo el valle con una luz argentina.
El gaucho se detuvo en la entrada. La herida de Ariel comenzó a sangrar. Una nube solitaria se corrió, permitiendo a la luna iluminar una columna en la cancha. Sobre ella los esperaba Tupa Yawar, con la punta de su Qullqi Chuki resplandeciendo como una estrella. 

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